Gracias al trabajo que vamos haciendo junto con los padres; como el cultivo de la minuciosa delicadeza en los cuidados cotidianos, como sostener, mudar, dar de comer, bañar, etc. Además de la práctica permanente de agudizar cada vez más su capacidad de observación y presencia plena, los pequeños crecen no solo con la confianza de la envoltura de brazos maternos y paternos delicados en el momento justo, sino además el adulto comprende el sentido de acondicionar un espacio adecuado para que el pequeño despliegue todas sus capacidades de exploración y movimiento a su propio ritmo y según sus intereses. De esta forma los padres y madres saben realmente todo lo que sus pequeños son capaces de hacer y pueden encontrarse desde una relación de confianza y valoración mutua fundamentales para tejer día a día un buen vínculo afectivo que todo niño necesita para crecer libre y seguro.